ROMA, 31 DE MARZO DEL 2025.
La madrugada del lunes, un incendio arrasó con 17 vehículos en un concesionario de Tesla en el barrio de Torrenova, en las afueras de Roma. El fuego, que no dejó heridos, fue sofocado tras varias horas de trabajo por parte de los bomberos. Las autoridades italianas investigan si el siniestro fue intencional, mientras analizan las grabaciones de seguridad en busca de pistas.

Horas después del incidente en Italia, la compañía de Elon Musk fue blanca de otro ataque en Alemania. Activistas del colectivo Neue Generation arrojaron pintura azul sobre la fachada y seis vehículos Tesla en un concesionario de Berlín. Según el grupo, la acción fue una protesta contra el presunto apoyo de Musk al partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD). La pintura azul simbolizaba el color del partido político. La policía berlinesa confirmó la detención temporal de dos mujeres, de 28 y 44 años, y la apertura de una investigación por daños a la propiedad.
Escalada de ataques internacionales
En los últimos días, la compañía se ha enfrentado a múltiples incidentes violentos. El sábado, en Ottersberg (Alemania), siete autos Tesla fueron incendiados. En Hannover, otros tres vehículos fueron vandalizados con mensajes políticos.
En Estados Unidos, los ataques se intensificaron. En Las Vegas, un taller de Tesla fue tiroteado e incendiado, con pintas que decían “Resistir”. En Carolina del Sur, un hombre fue arrestado por arrojar cócteles Molotov contra una estación de carga de la empresa.
El FBI anunció la creación de una fuerza especial para investigar los ataques en coordinación con la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF). En Europa, las fuerzas de seguridad también han intensificado la vigilancia.
El aumento de la violencia contra Tesla subraya la creciente polarización en torno a su propietario, Elon Musk. Su influencia política y económica lo ha convertido en blanco de protestas ideológicas. Estos ataques no solo representan un riesgo financiero para la compañía, sino que también evidencian cómo las grandes marcas tecnológicas se han convertido en símbolos de conflictos políticos contemporáneos.