CDMX, 12 DE JUNIO DEL 2025.
Lo que comenzó como una alerta global por una posible colisión con la Tierra ha dado un inesperado giro científico: el asteroide 2024 YR4, que mantuvo en vilo a astrónomos y agencias espaciales desde su descubrimiento en diciembre pasado, ahora ha enfocado todas las miradas hacia la Luna. Según recientes análisis del telescopio espacial James Webb, este cuerpo celeste presenta un 4.3 % de probabilidades de impactar el satélite natural de la Tierra en diciembre de 2032.

Aunque el porcentaje es bajo en términos absolutos, resulta significativo dentro del contexto de objetos cercanos a la Tierra. Este riesgo, aunque creciente, no representa amenaza alguna para nuestro planeta. Pero para la comunidad científica, el evento podría convertirse en una oportunidad sin precedentes.
De amenaza terrestre a fenómeno lunar
El asteroide 2024 YR4 mide entre 53 y 67 metros de diámetro, un tamaño capaz de causar estragos si impactara sobre una zona habitada. En su fase inicial de observación, llegó a tener una probabilidad de impacto con la Tierra del 3.1 %, una de las cifras más elevadas en registros recientes, lo que activó protocolos de vigilancia en agencias como la NASA y la ESA.
Durante los primeros días tras su detección, se temía que su trayectoria lo llevara a zonas sensibles como Sudamérica o el océano Pacífico. Pero gracias a las mediciones refinadas desde observatorios en Hawái y Chile, ese riesgo se redujo prácticamente a cero en febrero de 2025. El caso fue considerado un éxito del sistema de defensa planetaria, que mostró su capacidad para anticipar y mitigar posibles amenazas espaciales.
Un laboratorio natural para estudiar impactos
La historia de 2024 YR4 dio un nuevo giro en 2025 con la intervención del telescopio James Webb. El equipo del astrónomo Andy Rivkin, del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, logró determinar que, si bien el asteroide ya no representa un riesgo para la Tierra, podría convertirse en protagonista de un evento astronómico inédito: un impacto lunar que sería observado y analizado en tiempo real.
A diferencia de nuestro planeta, la Luna carece de atmósfera, erosión y actividad geológica que borren sus huellas. Esto la convierte en un registro natural de impactos espaciales. Un choque controlado, predicho con antelación y observado con tecnología de última generación, permitiría a los científicos comprender mejor cómo se forman los cráteres, cómo se comporta el material expulsado y qué implicaciones tendría un evento similar en contextos planetarios.
Además, cualquier fragmento del impacto que pudiera proyectarse hacia la Tierra se desintegraría en la atmósfera, sin representar riesgo alguno.
Un ensayo cósmico para entender el pasado… y el futuro
Más allá del espectáculo astronómico que podría brindar este choque, el posible impacto de 2024 YR4 con la Luna despierta entusiasmo por las oportunidades científicas que ofrece. Un evento de estas características ayudaría a simular condiciones que, en la Tierra, son difíciles de reproducir debido a la atmósfera y la actividad tectónica.
En un momento donde la exploración espacial vuelve a ser una prioridad para las grandes potencias, el seguimiento de un impacto lunar serviría también como entrenamiento para futuras misiones que necesiten comprender mejor la dinámica de colisiones en otros cuerpos celestes.
En definitiva, lo que comenzó como un posible desastre ha evolucionado hacia una valiosa oportunidad de aprendizaje. El universo, a veces, enseña más con lo que no sucede que con lo que sí. Y esta vez, la Luna podría convertirse en la pizarra perfecta para una de sus más impactantes lecciones.