CDMX, 18 DE MARZO DEL 2025.
El sábado 15 de marzo, la Ciudad de México vivió una reunión que, más de una década después, revivió una de las rivalidades más recordadas en su historia cultural: la batalla simbólica entre emos y punks. Sin embargo, en esta ocasión, la marcha no tuvo como propósito defender territorios ni resolver disputas, sino conmemorar una época que, para muchos, marcó una parte esencial de sus vidas. La Marcha Emo 2025, como fue denominada, reunió a jóvenes y no tan jóvenes en una celebración de la cultura emo, que sigue viva más allá de las modas pasajeras.
La cita fue a las 13:00 horas frente al Palacio de Bellas Artes. Los participantes, vestidos con los colores característicos del movimiento —negro, morado, y toques de estrellas y flecos— caminaron por el Eje Central Lázaro Cárdenas hasta llegar a la emblemática Glorieta de Insurgentes, lugar histórico donde, en 2008, tuvo lugar la famosa «batalla campal» entre emos y punks. Un encuentro convocado por las primeras redes sociales, que defendía los códigos de cada subcultura, pero que rápidamente se desbordó en una serie de conflictos sin un verdadero motivo más allá del honor de sus respectivos grupos.
Esta vez, sin embargo, el objetivo era distinto. Los asistentes no llegaron con ganas de pelear, sino para demostrar que el movimiento emo no fue solo una «etapa» juvenil, sino un estilo de vida que dejó una huella en la cultura popular de la ciudad. En lugar de gritos de guerra, la marcha estuvo marcada por la música de bandas que definieron a toda una generación: “My Chemical Romance”, “Allison” y “Pandx” resonaron a todo volumen, mientras los participantes entonaban sus letras a coro.
La nostalgia no fue la única protagonista. En medio de la festividad, incluso una pareja aprovechó la ocasión para comprometerse, un recordatorio de cómo la cultura emo también fue un refugio para muchos en su búsqueda de identidad y pertenencia. Y, como parte del evento, no pudo faltar la recreación de la famosa “campal amistosa”, en la que los asistentes simularon el enfrentamiento de hace 17 años lanzándose botellas, basura y agua, en una especie de homenaje lúdico a lo que fue aquel caos juvenil.
Según los organizadores, este evento también sirvió para reflexionar sobre la evolución de las tribus urbanas y su impacto en la cultura popular, subrayando la importancia de aquellos movimientos que, aunque efímeros, dejan una marca perdurable en la sociedad. Lo que una vez fue considerado un fenómeno de moda, se ha transformado en una cultura sólida que sigue generando encuentros y unificación de diversas generaciones.
En contraste con la tensión de los primeros encuentros, la marcha transcurrió en total calma, sin la intervención de los Hare Krishna, quienes en el pasado tuvieron que mediar para calmar los ánimos. Esta vez, la convivencia fue pacífica, demostrando que la rivalidad del pasado ha quedado atrás, y que la identidad emo sigue vigente en las calles de la capital.
